A MULLER da miña VIDA
El tiempo cae sobre la memoria como un manto de nieve, sepultando los recuerdos y dejando apenas entrever los volúmenes difusos de aquella realidad que asaltaba su presente con una precisión casi escandalosa. Para el fotógrafo el blanco no es la nada, es la plenitud de luz de la que emergen las formas; del exceso de luz aún es posible rescatar una imagen, un contorno, las líneas fundamentales. En la luz, aun hay esperanza para el recuerdo…Por el contrario, las sombras todo lo devoran, confundiendo los límites de unas figuras que apenas se adivinan… las sombras son el fundido a negro de la memoria.
Diseminadas a lo largo de una pared blanca -eterna y silenciosa-, unas pocas imágenes: algunas extraídas del álbum familiar, con la pátina del tiempo pegada en su superficie; momentos que se adivinan felices, supervivientes de las pequeñas catástrofes que inevitablemente la fotografía evita.; hay otras imágenes construidas a partir de retazos de otras imágenes que pertenecen a otras realidades imaginadas; hay imágenes que se ocultan, pretendiendo pasar inadvertidas al espectador: desenfocadas, situadas en posiciones incómodas para la mirada y unas pocas encerradas en un cajas a la que solo accederán aquellos espectadores que ignoren -o trasgredan- ritual del cubo blanco (“se mira, pero no se toca”).
Las fotos que se extienden en una línea horizontal, a diferentes alturas y en diferentes tamaños, parecen un cronograma, de esos en los que los planificadores de procesos sitúan los distintos eventos que se prevén en el desarrollo de un proyecto. Pero la metáfora industrial se agota enseguida, porque este es un trazado del pasado, presente y futuro, un relato donde el peso emocional de cada hito no tiene que ver con la altura y la posición, ni con objetivos y logros. Existe un línea poderosa e imperceptible que recorre esta pared blanca conectando cada uno y todos los puntos, un hilo conductor que es trasunto de una vida que bajo el manto de nieve insiste en palpitar y mantener la memoria, un relato que, aunque adornado de anécdotas para quien lo contempla desde fuera, podría saturar de imágenes y palabras cada milímetro de esta pared y otras paredes blancas… No hace falta ser más explicito, no se requieren justificaciones adicionales, ni necesitamos conocer la pequeña historia que trae adherida cada fotografia, para entretener la mirada y el pensamiento en estos recuerdos que nos son, a un mismo tiempo, tan ajenos y nuestros. Lo que el título declara, el silencio y la memoria lo confirma.
Enhorabuena, Puri Diaz, por esta interesante propuesta. “A MULLER da miña VIDA” estará disponible en la Sala Rosalía de Castro de la sede de la Deputacion Pontevedra, Vigo hasta el 28 de abril.