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ALMA TIERRA

marzo 5, 2022

Hace unas semanas me obsequiaron con un ejemplar de la segunda edición del libro ALMA TIERRA de Jose Manuel Navia, que Ediciones Anómalas publicó en una cuidada y sobria edición a cargo de Underbau, y tan reciente como enero de este mismo año.

En el prólogo de la obra, el autor explica la motivación de un proyecto que arranca con un cierto aliento documental, para acabar convirtiendose, con el discurrir de los años, en una experiencia y necesidad vital que, además de reivindicar sus origenes, pone en valor la cultura campesina y hace un llamamiento por la conservación de lo rural como valiosa herencia recibida de “la memoria de la tierra y de sus antepasados”.

Aunque las fotografias antiguas tomadas en Lores (Palencia) que preceden y clausuran la obra pudiesen sugerir que estamos ante una visión nostálgica, ALMA TIERRA no es en ningún sentido una visión edénica del rural. El drama ya se anuncia sin preámbulos desde la primera fotografía, día de matanza de la familia Rodríguez Cossio en Lores, y concluye con contundencia inapelable en la última imagen tomada en una escuela abandonada en la Sierra del Montsec (Huesca). Entre ambos extremos se desarrolla un trayecto fotográfico con grados de intensidad que transitan por los fríos páramos de las Tierras Altas de Soria donde la dureza de sus gentes tiene un carácter épico, las aciagas soledades que de forma lenta e inexorable invaden el Maestrazgo en la provincia de Teruel o los brotes de esperanza con que los pioneros revitalizan Terra de Caldelas en Ourense.

ALMA TIERRA es un libro de estética tenebrista, y sospecho que esto es una decisión intencionada del autor. Negros impenetrables -sobre todo de escenas interiores y paisajes que se extienden mas allá del crepúsculo-, rotos por apariciones fugaces de la luz, que iluminan un rostro o un gesto, y que inevitablemente recuerdan a las pinturas de Caravaggio (1571-1610), creando un espacio de tensión y potencia visual. Esta opción estilistica reduce a lo esencial los elementos que conforman la composición, y amplifica la carga retórica de un mensaje que, eliminando lo superfluo o accidental, inevitablemente deriva de lo documental a lo poético; no en vano, la verdad no solamente se encuentra en la exactitud mecánica de la cámara: las urgencias del espíritu animan a formular las preguntas y buscar respuestas desde distintas perspectivas. Sin lugar a dudas, el ambiente crepuscular presente en buena parte de las imagenes sintoniza con la idea de un rural que languidece.

De principio a fin, el libro trasmite un mirada humanista y honesta, aunque sin recurrir al sentimentalismo o condescendencia de quien se asoma ocasionalmente a la condición humana. La fotografía de Navia resuena por simpatía armónica con los lugares y las personas, incorporando su mirada con asombrosa naturalidad a los escenarios donde se desarrolla el relato, pero sin provocar ninguna disonancia o tensión. La serenidad de las escenas solo puede ser el fruto de la intimidad creada através de los años entre el fotografo y los sujetos -y ya se me hace excesivamente distante tal denominación en este caso.

Es dificil resumir la sensación que produce este libro en una sola imagen -alguna siempre hay que insiste en nuestra memoria meses y años despues de haber cerrado el libro-, pero sin duda la fotografia de Teresa Julián (El Maestrazgo, Teruel, 2019), contiene algunas de las claves que me han emocionado de este libro que tanto tiene que ver con lo esencial. En el tercio inferior de la imagen y sentada a la mesa, Teresa, en actitud pensativa, quizá esta preocupada por algún asunto cotidiano relacionado con la posada que regenta. La luz pone el foco en su gesto, que parece ajeno al exiguo bodegón que se compone ante ella en la mesa: un porrón de vino -metáfora de la vida- marca la dimensión de una esperanza que se cierne oscura sobre su cabeza.

Teresa Julián. El Maestrazo, Teruel (2019). Jose Manuel Navia

Referencia imagen portada:

Antonia Ferrer. El Maestrazgo, Teruel (2019)