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DAR ALENTO

marzo 25, 2023

Quizá sea un poco arriesgado atreverse a proclamar un nuevo impulso de la fotografía en Vigo por la coincidencia de 4 o 5 exposiciones en la ciudad con la imagen fotográfica como tema central de sus propuestas. A la tradicional programación de la Sala de Fotografía Sargadelos -donde hasta finales de Marzo muestra Sara Miranda su obra “Augamares”-, se han sumado recientemente Apo’strophe.arte que apuesta por la fotografía en sus últimas convocatorias -actualmente la colectiva “Sin título” que incluye una miscelánea de fotografía y escultura, el MARCO, Museo de Arte Contemporánea de Vigo con el imponente “Desapego” de Andrea Costas Lago o las dos exposiciones fotográficas que simultanean la oferta de la Sede de la Deputacion Pontevedra, Vigo. Aunque este renovado interés quizá no tenga una traducción directa en la afluencia de público a las exposiciones (ni en general, a la percepción del medio por la audiencia), si puede estar contribuyendo a que se generen las condiciones para que la fotografía pueda salir de la retaguardia cultural y posicionarse como una opción viable para autores y público. Aunque ese sería otro debate..

En la Sala Maruja Mallo de la sede de la Diputación de Pontevedra en Vigo expone, hasta finales de abril, Ofelia Cardo la obra “Dar Alento”, una recopilación de piezas pertenecientes a distintos periodos creativos de la autora que se extienden durante casi 20 años. Aunque el concepto de ecofeminismo me resultaba ajeno hasta que visité la exposición, comprendo que la alineación del pensamiento feminista con el ecologismo forma parte de una visión que considera la degradación de medio ambiente y la marginalización de otros grupos sociales como la consecuencia inmediata de un modelo capitalista, liberal y patriarcal. El término “ecofeminismo” fue acuñado por Françoise d’Eaubonne en la década de los 70 del siglo pasado, y su autora argumenta como ”la opresión, la dominación, la explotación y la colonización de la sociedad patriarcal occidental han causado directamente un daño medioambiental irreversible”. Sin duda, las estrategias des-individualizadoras de la globalización, atenta contra la naturaleza y armonía intima de la humanidad, reduciendo a personas y medio ambiente a la categoría de recursos que deben de ser explotados.

Desde esta perspectiva, me sitúo ante la propuesta de Ofelia Cardo y hago propia la reivindicación y la urgencia de justicia universal, que desde estos presupuestos ecológicos la autora propone. ¿De qué forma se puede invocar la necesidad de recuperar el equilibro perdido? ¿Hemos alcanzado el punto donde se ha comprometido irremediablemente la viabilidad de la civilización? ¿Cuál es la responsabilidad que debemos exigir a quienes han/hemos situado la lógica de progreso y el bienestar como la única justificación de esta destrucción? ¿Nos complacemos manteniendo perimetrada a la Naturaleza en parcelas dominadas por la lógica cartesiana? s complacemos manteniendo perimetrada a la Naturaleza en parcelas dominadas por la lógica cartesiana? Hay una declaración de activismo artístico implícito en “Dar Alento”, y algunas de estas cuestiones se plantean mostrando las heridas que vulneran los cuerpos vegetales. En el preámbulo de la exposición, lo orgánico se confronta con las estructuras de la razón: la linealidad con la que se organizan las series fotográficas de árboles, como mecanismo de imponer regularidad y control a una vegetación urbana que se resiste al rigor del asfalto; o los reductos ortogonales donde se confinan unos frágiles brotes de hierba, parecen denunciar la precariedad a la que se somete la esperanza. Ya, en el interior de la sala, rodeados de una luz tenue y reflexiva, penetramos un “bosque” íntimo y reconfortante que nos acoge en el centro de la sala -cualidad de lo textil, que nos protege- y desde ese refugio la mirada es testigo de los cuerpos doloridos y torturados, de las heridas cosidas, de las tensiones que someten a la humanidad en lo que se anticipa como el ocaso de la civilización.

Habrán de venir más exposiciones en los próximos meses, otros espacios de la ciudad que ofrezcan sus paredes para que autores y autoras, desde diferentes posiciones, sensibilidades o ideologías, propongan nuevos temas de reflexión para agitar la conciencia o estimular el pensamiento crítico. Como espectadores no solo deberíamos celebrar y dar la bienvenida a todas estas propuestas, tenemos el deber moral de aprovechar esta oferta como excusa para dinamizar un debate cultural en el que, por desgracia en nuestra ciudad, todo su aliento tiene una luz tristemente artificial.