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LA FOTOGRAFÍA COMO ARTE CONTEMPORÁNEO (IV)

agosto 27, 2022

Beijing East Village fue el nombre de una comunidad de artistas de vanguardia establecida en las periferias de la ciudad de Beijing a principios de los 90. Impulsados por la inercia del movimiento de modernización del Estado iniciada por Deng Xiaoping en 1978 y que las protestas de Tiananmen frenaron en 1989, jóvenes artistas a la búsqueda de nuevas oportunidades confluían en la capital procedentes de las provincias. La transformación urbanística del centro de Beijing, sustituyendo los antiguos barrios y modos de vida tradicionales por modernos y rentables espacios residenciales, desplazó a la población hacia zonas deprimidas en las afueras de la Beijing. Los habituales mecanismos de control estatal del régimen chino vigilaban y censuraban cualquier manifestación cultural discordante, situando a los artistas ante el dilema de la clandestinidad o el exilio.

Beijing East Village no fue un laboratorio de creación artística, ni un lugar donde teorizar y experimentar sobre el arte y las ideas. En esta aldea de Beijing concurrieron durante un breve periodo (1993-1998) la vida y el arte. Fue un espacio de socialización e intercambio en el que confluyeron todo tipo de disciplinas artísticas: pintura, instalaciones, teatro, música y fotografía (Rong Rong). Pero no fueron únicamente la escasez de medios y la penuria económica lo que impulsó a estos artistas a utilizar sus cuerpos como herramienta artística en las performances, sino la reivindicación del cuerpo social silenciado y anulado por el Estado chino. De alguna manera, este posicionamiento se opone a los “mecanismos de control y regulación de los cuerpos, deseos y sexualidad” que Foucault atribuía al Estado. Mediante estas acciones, declaradas oficialmente como “no-arte”, los artistas chinos no solo cuestionaban las tradiciones de arte institucional y académico, la hegemonía y mercantilización del arte occidental, también declaraban la necesidad de integrar lo privado en el espacio publico. Aunque inicialmente la fotografía se sitúa en un plano documental, pronto adquiere relevancia como un medio que permite la difusión de estas obras de arte efímeras, y a la postre, en un agente delegado de la propia acción.

Podemos encontrar precedentes en el arte occidental de esta fotografía performativa en las corrientes conceptuales de los años 70, pero en China el movimiento adquiere una dimensión trascendente por su relevancia vital y por una característica que adivino resultaría inquietante para las élites gobernantes: el silencio fotográfico. Desde la perspectiva occidental, el silencio es la ausencia del sonido y, por tanto, se percibe como una carencia o un vacío que debe de completarse. Es inevitable “escuchar” un sonido de fondo en cada una de las grandes imágenes que ilustran “nuestra” Historia de la Fotografía: el ritmo de la calle o el fragor de la guerra, el bullicio de los grandes acontecimientos o el susurro de los encuentros más íntimos… Sin embargo, en la cultura oriental el silencio representa la plenitud (“las grandes cosas pasan en silencio”, Buda). La imagen que acompaña esta publicación, “To Add One Meter to an Anonymous Mountain” (“Elevar un metro una montaña anónima”) (1995) de Cang Xin (Suihua, China. 1967), corresponde a la performance mediante la cual el artista chino añadía un metro a la altura de una montaña apilando cuerpos desnudos y anónimos. Una performance cargada de simbolismo, expresión del deseo de transformar la realidad mediante pequeñas acciones colectivas, que traduce el malestar social en una oposición silenciosa que en mucho recuerda al gesto del joven desconocido que se plantó ante los tanques en la Plaza de Tiananmen.

To Add One Meter to an Anonymous Mountain (1995). Cang Xin

Créditos imagen de portada:

“To Raise the Water Level in a Fish Pond” (“Elevar el nivel del agua en un estanque de peces”), 1997. Zhang Huan (Anyang, China. 1965)