Texto para el fotolibro de Luis Pereira, publicado por Demente Ediciones en 2020.

Hay algo inalcanzable y profundo en los sueños: contornos difusos de las formas y los rostros, experiencia caprichosa del tiempo que se expande y comprime en los turbios vapores de la vigilia, sucesos cotidianos que adquieren una dimensión irreal y fantástica, recurrencia de escenas que nos golpean incesantemente como queriendo alertar de un presagio.

No alcanzamos a percibir la sustancia efímera con la que se construyen estos espacios: geometrías oscuras habitadas por extraños sin rostro, planos sobre los que se funden las deformes siluetas de desconocidos transeúntes, perturbadores pasadizos habitados por el nefasto rumor de quienes siempre huyen atraídos por la afilada luz que rasga el rectángulo final donde muere la esperanza… ¿Advertencia de que un tiempo ya cumplido?

El tiempo nos urge a escapar, mientras una lluvia incesante nos previene de la incomodidad del camino: el horizonte se disuelve en una niebla espesa y confunde los sentidos con una viscosa materia sin límites ni contornos; a nuestras espaldas, la oscuridad se derrama rápidamente debilitando a cada paso la posibilidad de retorno… Hijos del delirio, infectados de eternidad, nos lanzamos aullando en una feroz cabalgada, pisoteando en nuestra insensata huida cualquier posibilidad de salvación.

Oráculo de las sombras, aún resuenan tus conjuros de luz y plata en las estancias vacías del palacio de la memoria, acechadas ahora por un silencioso y terrible guardián. Cuando se haya completado el ciclo, buscaré las certezas en los confines del laberinto, creyendo ver resplandores donde ya solo habitan tinieblas y, a las mismas puertas del olvido, vagamente recordando tu rostro, insistirán tus ojos en mi mirada, para intentar rescatar el tenue fulgor de una luz mientras se funden en negro mi memoria y tu recuerdo.

Blas González

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