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Travesía

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La lógica del slogan municipal “Vivimos nunha cidade fermosa” no aplica a la Travesía de Vigo, uno de los barrios con más densidad de población de toda Galicia (zona norte de España) y considerado el máximo exponente del “feísmo” (ugliness) urbanístico. Impulsada por las políticas desarrollistas que se llevaron a cabo entre los años 60 y 70 en España, la ciudad de Vigo registró el índice de crecimiento demográfico más alto de toda España, un 50,41% entre los años 1950 y 1981 en los que duplicó su población, por delante de ciudades como Madrid (47,92%), Barcelona (26,98%) o Valencia (47,11%).

El origen de este espectacular crecimiento demográfico de Vigo estuvo en la fuerte demanda laboral del sector industrial impulsado principalmente por la fábrica de automóviles Citroën -instalada en Vigo en 1958- , los astilleros navales y el aumento de las actividades relacionadas con la pesca, que a la postre convirtieron al puerto pesquero de Vigo en uno de los más importantes de Europa.

Consecuencia de las primeras sacudidas demográficas fue la expansión de la ciudad sobre las zonas periféricas que aún conservaban usos rurales, y que debido a la falta de previsión, provocaron un considerable caos urbanístico en estas zonas limítrofes, cuyas huellas aún son visibles en el actual diseño de la ciudad, donde conviven los usos rural y urbano del espacio. En posteriores expansiones se trazarían amplios polígonos de viviendas urbanas en nuevas zonas periféricas, propiciando un modelo de crecimiento más ordenado y homogéneo.

La Travesía de Vigo es uno de esos nuevos barrios creados durante los primeros años de aquella época –conocida como “Desarrollismo”- y en su topografía aun son evidentes las huellas de su apresurada construcción. A ambos bordes de una antigua carretera comarcal, se levantó una muralla de edificios, que albergaron a miles de trabajadores procedentes de otras zonas de Galicia – fundamentalmente de Ourense. Detrás de esta precipitada barrera se ocultaban fincas, que aún hoy en día mantienen el uso rural –eso que Carme Nogueira, en clara alusión a la convivencia de usos, denomina como “Espacios rurbanos”- y que introducen un elemento de contraste en la fisonomía del lugar.

Más de cincuenta años después de que los primeros migrantes se establecieran en la Travesía de Vigo, un nuevo cambio se está operando en la fisonomía del lugar. Una población envejecida -que bien ha retornado a sus lugares de origen al finalizar su vida laboral o bien ha fallecido-, ha provocado un considerable aumento en la oferta de viviendas disponibles, que están siendo ocupadas por una nueva generación de migrantes, esta vez procedentes de otras partes del mundo.

En la Travesía no hay más que viviendas y pequeños comercios locales: para quien no vive en esta calle, la Travesía es un lugar de tránsito, un paso obligado para salir de la ciudad. Y es que parece que el destino de la Travesía está marcado más por su propio nombre que por una idiosincrasia particular: lugar de transición efímera de quien la atraviesa durante un instante, pero también lugar de asentamiento del emigrante que hoy la habita y que sueña con volver mañana a su lugar de origen. La Travesía es como aquel rio de Heráclito: nadie pasa dos veces por la misma Travesía.